No quiero dejar de reseñar de cuando en cuando algún disco de Doom o Gothic (o la mezcla de ambos, tan afines como son), sobre todo si sucede como cuando el pasado verano me encontré con un buen disco de Gothic Metal a la vieja usanza que no conocía de nada pese a ser de 1999.
Estos húngaros lanzaron antes de disolverse tres discos y, pese a ello, en un primer y rápido vistazo no he hallado reseñas por la red de este debut del Gothic/Doom tan marchitamente romántico que se estilaba en los 90, pero ya me encargo yo de ello.
No desarrollan el Gothic de opulento sinfonismo de Tristania ni la enérgica potencia de Trail of Tears por nombrar dos exponentes conocidos, más bien van por los derroteros más lentos y melancólicos del lado Doom del estilo acercándose casi a la marchita tristeza de los primerizos Celestial Season, Memoria o Lethargy.
Así es como en los lentos y pesarosos ritmos las guitarras suenan tan melódicas como dolientes con una densa cobertura de teclados que buscan recalcar, como decía antes, delicadeza y lánguida poesía en lugar de un vigoroso sinfonismo. El piano tiene un papel destacado en esa función de estíos abandonados y un violinista invitado aporta unos elegantes toques que quedan un poco discretos, no es para nada la prominencia que encontraríamos en The Sins of thy Beloved.
Lo más propio del Gothic Metal sería para muchos, no sin razón, el estilo vocal con voces guturales combinadas con una voz femenida muy suave y vaporosa que provee el archifamoso contraste que conocemos de tantas bandas similares.
Recomendado sin dudar para amantes del Gothic más afligido, cosa que aprovecho para señalar a los seguidores del Neofolk que sus dos vocalistas (quienes también se encargaban de guitarras y teclados) formaron años más tarde la banda The Moon and the Nightspirit.
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