El legado de mediados de los 90 sigue muy vigente como demuestra este disco a modo de un ejemplo más entre tantos otros. Es como si aquel viejo estilo noventero fuera una negra ciénaga llena de brumas y este disco unos huesos asomando en esas aguas.
Siendo una banda de un solo músico están servidas las composiciones personales e instrospectivas, oscurísimas como suele suceder en proyectos así. El músico sueco Swartadauþuz es dueño de dos discográficas y participa en numerosas bandas como Gardsghastr (ya reseñada en el blog) y Greve (reseñada en un futuro próximo), lo cual nos dice mucho de su potencial y buena mano para el Black Metal.
En este proyecto en solitario desarrolla un Black Metal muy atmosférico con palpable herencia del sinfonismo brumoso del mítico debut de Emperor, aunque sin ser exactamente como ellos en líneas generales. Yo el parecido que más le encuentro es al primer disco "Witcher" de los polacos Sacrilegium con trazas de las ambientaciones de los belgas Avatar.
En su distorsión zumbante de guitarras bien compactadas es reseñable que el bajo se hace notar a diferencia de otros grupos, regalándonos de hecho momentos realmente hechizantes en los temas en los que los ritmos lentos campan a sus anchas con esos teclados que parecen jirones de humo negro. Esto último no quiere decir que no falte velocidad ni agresividad, que las hay cuando la batería galopa con más brío, pero realmente el disco brilla más en esos momentos en los que se acerca más al Black Depresivo y casi Ambient.
Si las guitarras desprenden mucho óxido y herrumbre, un detalle aún más putrefacto está en la voz realmente rasposa como los dientes de un carroñero rasgando un hueso hasta no dejar el más mínimo trozo de carne. Hay alguna breve voz narrada, pero lo que predomina de largo es esta hedionda voz que es uno de los detalles que más me recordaron a Sacrilegium.
Con algo más de 40 minutos de duración, aquí hay genuino material noventero para el disfrute de los seguidores de estos minoritarios y deliciosos estilos.
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