Tras acabar mi semana doomster (en la que he escuchado exclusivamente Doom Metal) retomo un disco que he revalorizado con el tiempo.
Por los tiempos de este debut de 1997 y su segundo disco era una banda de dos miembros, para pasar a ser un proyecto en solitario a partir de su tercer trabajo con un cambio en su sonido como les pasó a Summoning tras quedarse solamente dos miembros en “Minas Morgul”.
Algunos conocerán este proyecto noruego de mano de sus trabajos modernos, donde van más allá del Black Metal en pos de las sonoridades del horror en su forma más cinematográfica, cabe entonces empezar por aclarar que sus comienzos estaban mucho más encuadrados en el Black Metal noruego, siendo uno de los muchos casos de bandas que comienzan con un primer trabajo más crudo y adusto.
En mi caso, tras haberlos conocido con su tercer y cuarto discos, me sorprendió encontrarme con unas guitarras que nos remiten a los viejos Satyricon y Darkthrone, con esos riffs que rasgan la carne hasta que se escucha el chasquido del hueso, con rápidas descargas en la batería que no se olvidan de conceder partes lentas cargadas de herrumbre y tonalidades macilentas.
El actual despliegue vocal no existe en este primer álbum, que se centra sencillamente en voces desgarradas por finas hojas mugrientas, sin ningún tipo de voz extraña en off como en otros discos suyos. Lo que sí aparece indefectiblemente es ese gusto por las atmósferas de cine de terror que tanto desarrollaron posteriormente, de manera mucho más dosificada y sin rozar lo bizarro, pero ahí está ese toque personal de las silentes notas nocturnas que adquieren voz en las líneas de piano, tétricas intros, sintetizadores brumosos y demás ambientaciones desapacibles.
Es una lástima que no apareciese aquí la colaboración del gran violinista Pete Johansen que dio más encanto a su tercer “The horror grandeur” (reseñado en este blog), pero no se puede pedir todo.
Con cinco canciones llega esta lóbrega obra a los cuarenta minutos, duración más que decente para una buena sesión de funestas impresiones en forma de Black Metal noruego con suspiros de banda sonora de antiguo cine de horror. Recomendado a fans de Satyricon y Tartaros que encontrarán una especie de delicioso hijo secreto.
Por los tiempos de este debut de 1997 y su segundo disco era una banda de dos miembros, para pasar a ser un proyecto en solitario a partir de su tercer trabajo con un cambio en su sonido como les pasó a Summoning tras quedarse solamente dos miembros en “Minas Morgul”.
Algunos conocerán este proyecto noruego de mano de sus trabajos modernos, donde van más allá del Black Metal en pos de las sonoridades del horror en su forma más cinematográfica, cabe entonces empezar por aclarar que sus comienzos estaban mucho más encuadrados en el Black Metal noruego, siendo uno de los muchos casos de bandas que comienzan con un primer trabajo más crudo y adusto.
En mi caso, tras haberlos conocido con su tercer y cuarto discos, me sorprendió encontrarme con unas guitarras que nos remiten a los viejos Satyricon y Darkthrone, con esos riffs que rasgan la carne hasta que se escucha el chasquido del hueso, con rápidas descargas en la batería que no se olvidan de conceder partes lentas cargadas de herrumbre y tonalidades macilentas.
El actual despliegue vocal no existe en este primer álbum, que se centra sencillamente en voces desgarradas por finas hojas mugrientas, sin ningún tipo de voz extraña en off como en otros discos suyos. Lo que sí aparece indefectiblemente es ese gusto por las atmósferas de cine de terror que tanto desarrollaron posteriormente, de manera mucho más dosificada y sin rozar lo bizarro, pero ahí está ese toque personal de las silentes notas nocturnas que adquieren voz en las líneas de piano, tétricas intros, sintetizadores brumosos y demás ambientaciones desapacibles.
Es una lástima que no apareciese aquí la colaboración del gran violinista Pete Johansen que dio más encanto a su tercer “The horror grandeur” (reseñado en este blog), pero no se puede pedir todo.
Con cinco canciones llega esta lóbrega obra a los cuarenta minutos, duración más que decente para una buena sesión de funestas impresiones en forma de Black Metal noruego con suspiros de banda sonora de antiguo cine de horror. Recomendado a fans de Satyricon y Tartaros que encontrarán una especie de delicioso hijo secreto.