jueves, 13 de agosto de 2009

CRADLE OF FILTH - The Principle Of Evil Made Flesh


He hablado muchas veces de cómo un grupo llega a parecer otro diferente cuando examinamos un debut ciertamente más crudo que su material posterior, y de igual modo he dejado constancia de lo mucho que me decepciona la discografía reciente de esta banda tras el disco “Midian”, así que era inevitable reseñar este disco tarde o temprano.
Y es que, al igual que con Bal-Sagoth o Tristania por ejemplo, nos encontramos con un primer trabajo que muestra su cara más áspera pero con fuertes trazas de lo que sería su grandilocuente estilo en años venideros.

Este es tal vez el único disco del grupo inglés del que podemos decir que es Black Sinfónico, sin más complicación etiquetando. Corría el año 1994, y lo poco sinfónico que había era Emperor, por supuesto, los también debutantes y también más crudos que nunca Dimmu Borgir con su maravilloso “For All Tid”, los polacos Infernum o los EPs “First Spell” de Gehenna y “Constellation” de Arcturus, y este primer álbum de Cradle of Filth que en mi opinión no anda muy lejos del sonido que escuchamos en los álbumes de 1995 “Seen through the veils of darkness” de Gehenna y “A black moon broods over Lemuria”; es decir, un Black Metal con producción modesta y no demasiado crudo, con bastante profusión de teclados para esa época.

Basta una mirada al libreto, con sus modestas páginas negras con sólo un pentagrama y una foto en la que aparecen con la misma estética de cualquier grupo noruego, para corroborar que es lo más Black y agresivo que tienen, y hay quien lo menosprecia al encontrarse con guitarras sucias, voces diferentes a las acostumbradas y una producción turbia; pero siempre han contado con buenos músicos y el debut no es la excepción con las tremendas baterías de Nicholas Barker (aún sin alopecia), un buen trabajo de guitarras bajo su polvorienta cubierta y un nicho de excelentes teclados del gran Benjamin Ryan.
Este músico, al que muchos conocemos por su participación en The Blood Divine, es un teclista con gran talento al órgano, además de los palpitantes teclados de fondo que nos muestran esa inspiración en el cine de terror y la literatura gótica que más tarde daría forma a sus voluptuosos “Vempire” y “Dusk and her embrace” de 1996. Yo normalmente paso por alto las instrumentales en el 95% de mis discos, pero en este caso me encantan y son de lo mejor que han compuesto y siempre disfruto con esos deliciosos incisos ambientales.
Las letras no son tampoco a lo que nos tienen acostumbrados, más cercanas a la típica iconografía demoníaca del Black Metal, del mismo modo que la voz de Dani Filth consiste en su mayoría en voces raspadas y toscas. Sólo a veces escuchamos esos gritos agudos y estridentes que caracterizan al resto de sus discos, y hasta incluso las voces narradas suenan distintas porque no tienen ningún efecto y resultan naturales como si nos las vertiera en el oído personalmente. Tampoco tenemos esas lascivas aportaciones femeninas de Sarah y Danielle, sólo unas pocas voces femeninas muy discretas de parte de Nebelhexë (otro destacado colaborador es Darren White cantando en el tema "A dream of wolves in the snow").

Si sus discos de entre 1996 y 2000 son fascinantemente barrocos, entonces este debut conjura el románico de una ermita con olor a polvo, humedad, maderas carcomidas y siglos de puertas cerradas, deterioro y abandono.



2 comentarios:

Særuman dijo...

Una vez más haz acertado. Yo tengo el Dusk and her embrace, es que es una sensación extraña cuando tomas el libreto y sigues alguna canción a la línea, es como si en tus manos tuvieses uno de esos libros de frágiles páginas que han estado guardados en algún rústico estante durante siglos. Quizá un libro prohibido; tachado de maldito por su contenido oscuro, frío y espeluznante; poesía trágica, y sublime diría yo.

Después del Cruelty and the beast, ni hablar. Hubiese preferido mil veces que se extinguieran para siempre y poder guardarlos dignamente en el recuerdo a tener que verlos hoy en día arrastrarse como gusanos miserables..

Carlos dijo...

Completamente de acuerdo, amigo. A veces pienso que algunos grupos deberían cambiar de nombre cuando su música cambia (o se degenera, mejor dicho) tanto.