Retomo esta banda holandesa con nombre de reptil cretácico, en vista de que cada uno de sus álbumes tiene su personalidad y siempre nos ofrecen algo distinto.
En el caso concreto de este tercer álbum de 1997, me ha conquistado inefablemente su Dark Metal con romántico sinfonismo y dramatismo vocal.
Eso de Dark Metal se interpreta aquí como algo con mucha influencia del Doom Metal y lejanas resonancias del Black Metal (su debut “The silence of december” era muy blacker e incluso recordaba a Darkthrone). Personalmente suelo pensar que este álbum suena como si escogemos algún grupo de Doom-Black (léase Bethlehem, Dolorian o Beatrik por ejemplo) y le agregamos la vespertina atmósfera del “Dusk and her embrace” de los ínclitos Cradle of Filth junto a una pizca de la delirante siniestrez del “Grand Psychotic Castle” de Tartaros.
Por entonces aún era un proyecto en solitario, aunque contando con la colaboración inestimable de un teclista invitado con sus trágicas notas nocturnas, que provee el disco de vaporosos teclados y toques de piano, en contraposición a la austeridad de teclados de otros discos de Deinonychus.
En la entrada sobre el álbum “Insomnia” ya conté que Marco Kehren es un vocalista muy versátil y con una increíble capacidad para proferir todo tipo de desquiciadas voces rasgadas y guturales. Aquí, nada más empezar el disco nos recibe ese tipo de siniestra voz narrada en off que encontramos en bandas como Cradle of Filth, Immortal Tears, Ancient Ceremony o Hecate Enthroned, el lado extremo de las voces viene con los retorcidos gritos desgarrados y demás voces horrendas, y el tercer tipo de voz es una clara y lánguida que por momentos parece que esté llorando. Uno así puede pensar que se trata de la voz de un hombre consumido bajo el peso de los recuerdos y que no soporta el aguijón de la pérdida.
Es por ese tipo de atmósferas de teclados y las voces narradas que no puedo evitar pensar en “Dusk and her embrace”, incluso también a veces por el sonido de guitarras en algunos tramos, y los pianos seguramente os recuerden a los típicos grupos noruegos de Black Sinfónico.
Estos días me ha estado viniendo a la memoria Bécquer al oír el CD, con ese aspecto tan negativo del romanticismo pero al mismo tiempo tan cautivador. Me parece por tanto un disco perfecto para escuchar en una de esas tardes en las que el aguacero golpea los vidrios y se anega el alma.
En el caso concreto de este tercer álbum de 1997, me ha conquistado inefablemente su Dark Metal con romántico sinfonismo y dramatismo vocal.
Eso de Dark Metal se interpreta aquí como algo con mucha influencia del Doom Metal y lejanas resonancias del Black Metal (su debut “The silence of december” era muy blacker e incluso recordaba a Darkthrone). Personalmente suelo pensar que este álbum suena como si escogemos algún grupo de Doom-Black (léase Bethlehem, Dolorian o Beatrik por ejemplo) y le agregamos la vespertina atmósfera del “Dusk and her embrace” de los ínclitos Cradle of Filth junto a una pizca de la delirante siniestrez del “Grand Psychotic Castle” de Tartaros.
Por entonces aún era un proyecto en solitario, aunque contando con la colaboración inestimable de un teclista invitado con sus trágicas notas nocturnas, que provee el disco de vaporosos teclados y toques de piano, en contraposición a la austeridad de teclados de otros discos de Deinonychus.
En la entrada sobre el álbum “Insomnia” ya conté que Marco Kehren es un vocalista muy versátil y con una increíble capacidad para proferir todo tipo de desquiciadas voces rasgadas y guturales. Aquí, nada más empezar el disco nos recibe ese tipo de siniestra voz narrada en off que encontramos en bandas como Cradle of Filth, Immortal Tears, Ancient Ceremony o Hecate Enthroned, el lado extremo de las voces viene con los retorcidos gritos desgarrados y demás voces horrendas, y el tercer tipo de voz es una clara y lánguida que por momentos parece que esté llorando. Uno así puede pensar que se trata de la voz de un hombre consumido bajo el peso de los recuerdos y que no soporta el aguijón de la pérdida.
Es por ese tipo de atmósferas de teclados y las voces narradas que no puedo evitar pensar en “Dusk and her embrace”, incluso también a veces por el sonido de guitarras en algunos tramos, y los pianos seguramente os recuerden a los típicos grupos noruegos de Black Sinfónico.
Estos días me ha estado viniendo a la memoria Bécquer al oír el CD, con ese aspecto tan negativo del romanticismo pero al mismo tiempo tan cautivador. Me parece por tanto un disco perfecto para escuchar en una de esas tardes en las que el aguacero golpea los vidrios y se anega el alma.
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