Echemos otro vistazo a esos discos del 2010 que me pasaron desapercibidos, en esta ocasión con una de las bandas mexicanas más reconocidas, banda que se lo toma con calma porque sólo cuenta en su haber con tres álbumes completos desde mediados de los 90.
Yo conocí a estos blackers con su debut “Dark Emperors” de 1996, de mano de la recomendación de un mexicano que me aseguró que se trataba de Black Metal tan crudo como sinfónico. Pues bien, de sinfónico poca cosa al final, sólo unos cuantos teclados por ahí distribuidos que resultaron ser más escasos en que grupos como los viejos Abigor.
Desconozco el segundo álbum de 2004, pero en este nuevo trabajo sí que nos recibe desde el principio un extenso sudario de teclados lúgubres. No sólo en las misteriosas intros de ruinas y pasadizos mohosos, también palpitan los teclados durante la duración total de los temas como una cortina ambiental de fondo y soplando hálito inmortal en los interludios atmosféricos de las mismas. No es por tanto un grupo de grandes fastos, utilizan más bien el teclado de forma sencilla pero efectiva como en bandas de los 90 tales como Satyricon, Graveland o Abigor, además de maridarlo bien con unas pocas acústicas.
En cuanto al tipo de Black Metal que encontramos junto a esos teclados, que no son los protagonistas, se nota la primigenia influencia de los grupos noruegos en sus polvorientas guitarras de minimalista sencillez, ese zumbido tenaz que no cesa. La batería, en cambio, uno se la podría esperar como un continuo blast-beat, pero esa ferocidad sólo aparece de cuando en cuando, y predomina más el ritmo lento e incluso lo épico de bandas como Graveland.
Su vocalista también es bastante versátil, añadiendo a sus rasgadas de ave carroñera otras entonaciones distintas, y hasta algunos cánticos claros (creo que debo pensar un poco en nuestro entrañable Attila Csihar).
Lo dicho, una muy agradable sorpresa viniendo de un grupo que antes no me llamaba del todo la atención, da gusto encontrarse con cosas tan noventeras (producción difuminada incluida) en el 2010, ideal si te gustan cosas como los polacos Infernum o los griegos Vorphalack
Yo conocí a estos blackers con su debut “Dark Emperors” de 1996, de mano de la recomendación de un mexicano que me aseguró que se trataba de Black Metal tan crudo como sinfónico. Pues bien, de sinfónico poca cosa al final, sólo unos cuantos teclados por ahí distribuidos que resultaron ser más escasos en que grupos como los viejos Abigor.
Desconozco el segundo álbum de 2004, pero en este nuevo trabajo sí que nos recibe desde el principio un extenso sudario de teclados lúgubres. No sólo en las misteriosas intros de ruinas y pasadizos mohosos, también palpitan los teclados durante la duración total de los temas como una cortina ambiental de fondo y soplando hálito inmortal en los interludios atmosféricos de las mismas. No es por tanto un grupo de grandes fastos, utilizan más bien el teclado de forma sencilla pero efectiva como en bandas de los 90 tales como Satyricon, Graveland o Abigor, además de maridarlo bien con unas pocas acústicas.
En cuanto al tipo de Black Metal que encontramos junto a esos teclados, que no son los protagonistas, se nota la primigenia influencia de los grupos noruegos en sus polvorientas guitarras de minimalista sencillez, ese zumbido tenaz que no cesa. La batería, en cambio, uno se la podría esperar como un continuo blast-beat, pero esa ferocidad sólo aparece de cuando en cuando, y predomina más el ritmo lento e incluso lo épico de bandas como Graveland.
Su vocalista también es bastante versátil, añadiendo a sus rasgadas de ave carroñera otras entonaciones distintas, y hasta algunos cánticos claros (creo que debo pensar un poco en nuestro entrañable Attila Csihar).
Lo dicho, una muy agradable sorpresa viniendo de un grupo que antes no me llamaba del todo la atención, da gusto encontrarse con cosas tan noventeras (producción difuminada incluida) en el 2010, ideal si te gustan cosas como los polacos Infernum o los griegos Vorphalack
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