Aquí tenemos un disco con magnífica portada ceremonial de Kris Verwimp, ese artista belga a quien conocemos por sus portadas de bandas del rollo Viking y Folk, y que ha sido un buen colaborador para bandas de Black Metal de su país. Ha pintado las de grupos belgas como Avatar, Signs of Darkness, Infernal Beauty o Axamenta, pero el más célebre es sin duda alguna Enthroned.
Con una dilatada carrera a sus espaldas y sin haber degenerado aún, en este debut de 1995 nos muestran que siempre hicieron aquello por lo que se les conoce: un Black Metal rápido y agresivo, sin más misterio.
El disco no presenta intro ni ningún corte instrumental, entregando directamente diez canciones de furioso Black Metal que suelta espumarajos de sangre por sus fauces, con unas guitarras de velocidad y densidad venida de la escuela de los violentos grupos suecos. Del mismo modo que la batería se regodea en el clásico ritmo blacker que persigue presas con el fuego palpitando en las sienes, aunque cediendo de cuando en cuando al permitirse pasajes más atmosféricos.
Ahí tengo para mi gusto uno de los mejores puntos del álbum, que no cae en la monotonía de tocar todo el tiempo a velocidad cafre, y tiene ese gusto añejo en los momentos de atmósfera. Para ello se valen de unas pocas acústicas, y sobre todo de partes de sutil teclado con todo el sabor de los 90, incluyendo efectos como el sonido de campanas, que recrean esas noches de ritos innominados donde las llamas resplandecen ante muecas grotescas.
No hace falta estrujarse los sesos para suponer sobre qué tratan las letras, estamos ante los manidos tópicos demoníacos del estilo, escupidos por una voz rasgada con ese toque guarro que me gusta (aunque tampoco es tan puerca como la voz de sus compatriotas Avatar).
Formó parte de una edición especial que incluye cuatro discos juntos de la banda, pero mucho me temo que afecte a los artworks originales y mejor será tener por separado el disco o discos que prefieras.
Aquí lo tienes si te gusta este tipo de cosas tan reconocibles.
Con una dilatada carrera a sus espaldas y sin haber degenerado aún, en este debut de 1995 nos muestran que siempre hicieron aquello por lo que se les conoce: un Black Metal rápido y agresivo, sin más misterio.
El disco no presenta intro ni ningún corte instrumental, entregando directamente diez canciones de furioso Black Metal que suelta espumarajos de sangre por sus fauces, con unas guitarras de velocidad y densidad venida de la escuela de los violentos grupos suecos. Del mismo modo que la batería se regodea en el clásico ritmo blacker que persigue presas con el fuego palpitando en las sienes, aunque cediendo de cuando en cuando al permitirse pasajes más atmosféricos.
Ahí tengo para mi gusto uno de los mejores puntos del álbum, que no cae en la monotonía de tocar todo el tiempo a velocidad cafre, y tiene ese gusto añejo en los momentos de atmósfera. Para ello se valen de unas pocas acústicas, y sobre todo de partes de sutil teclado con todo el sabor de los 90, incluyendo efectos como el sonido de campanas, que recrean esas noches de ritos innominados donde las llamas resplandecen ante muecas grotescas.
No hace falta estrujarse los sesos para suponer sobre qué tratan las letras, estamos ante los manidos tópicos demoníacos del estilo, escupidos por una voz rasgada con ese toque guarro que me gusta (aunque tampoco es tan puerca como la voz de sus compatriotas Avatar).
Formó parte de una edición especial que incluye cuatro discos juntos de la banda, pero mucho me temo que afecte a los artworks originales y mejor será tener por separado el disco o discos que prefieras.
Aquí lo tienes si te gusta este tipo de cosas tan reconocibles.
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