AGATHODAIMON - Blacken the Angel

Hay casos en que una banda saca un gran debut y luego lanza álbumes que no me interesan mucho que digamos... y he aquí un buen ejemplo. En los primeros discos de los grupos solemos encontrar su verdadera esencia que puede perderse con el tiempo, y Agathodaimon mostraron verdadera magia en su disco más genuino.

Estos alemanes se dieron a conocer en 1998 con este buen debut de Black Metal con trasfondo sinfónico-melódico. No se trata de algo al estilo escandinavo como Dimmu Borgir y sus imitadores, ni tampoco es un disco muy gótico y con gritos estridentes como Cradle of Filth, cabe aclararlo porque no faltan quienes acuden a las más que manidas comparaciones. Simplemente un disco muy melódico con equilibrio entre guitarras y teclados, algo que encontramos en otros alemanes como Dies Ater por ejemplo.
Tenemos un álbum con cierta variedad; nos ofrecen por igual temas melancólicos y algo Doom como "Tristetea Vehementa", la larga "Near Dark" de algo más de un cuarto de hora y su breve colaboración de voz femenina, o la funeraria "Ribbons-Requiem", otros con una siniestra atmósfera un tanto "transilvana" (se nota la presencia de un miembro rumano en sus filas, no sólo por los letras en su lengua de algunos temas) y algunos que muestran en contraposición un Black más seco sin un solo teclado.

Los aspectos más atractivos para mi gusto, aparte de la mentada variedad, son la voz y los teclados. En sus inicios se hacía cargo de ambas labores el rumano Vlad Dracul, pero problemas que le hicieron volver a su país provocaron que para este álbum echasen mano de otro vocalista y un teclista de sesión que lo hiceron realmente bien para ser "sustitutos", inlcuso yo me alegro de tal circunstancia. La voz, muy guarra y macabra, parece no tener ninguna prisa y es la que mejor les queda, y en ciertas canciones se torna más aguda y desesperada. Los teclados, por su parte, son bastante personales, algo díficil en su estilo, y recrean con soltura ambientes de polvorientas criptas y ruinas olvidadas. Y atención al magnífico artwork y portada con fotos de Gerald Axelrod, una delicia para los amantes de las esculturas de los cementerios.

Me parece una lástima que sus posteriores obras no me parezcan ni la mitad de inspiradas, porque este disco es uno de los tres primeros que descubrí en esta música y me trae maravillosos recuerdos.

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